Letra de Luis Roldán
Música de Enrique Delfino
Las diez de la noche. Mechita no ha vuelto.
Tampoco a las doce ha venido a almorzar…
Y entonces el padre, con paso resuelto
salio hacia la calle para irla a huscar.
Estando en la puerta llego un mandadero
trayendo una carta. Pregunta por el.
La rasga temblando. Se va el mensajero.
Y lee unos renglones que saben a hiel.
Mechita se ha ido
y aquel que rondaba
la tierna paloma
como un gavilan,
el sueño dorado
del viejo robaba
y se lo llevaba…
Quie’n sabe do van…
Dos lagrimas grandes rodaron serenas.
Su angustia infinita no puede cambiar
y al claro de luna lloraba sus penas
sin otro consuelo que el de recordar.
Pasaron los dias. Paso una semana.
Mechita no ha vuelto ya más al hogar
y el viejo sentado junto a la ventana,
Ia espera creyendo que ha de retornar.
Despue’s la encontraron…
La vieron en coche…
Salio tambaleando
de un gran cabaret,
y a la mortecina
luz de aquella noche
se vio su carita
color rosa te.
Otra vez la vieron pasear por Palermo
vestida con lujo, guiando un Renault,
y al lado un muchacho, con cara de enfermo,
de quien se decia fue su gigolo.
Un tiempo más tarde, por una uecina,
se supo cual era la causa del mal
y es que envenenada por la cocaina
se estaba muriendo en un hospital.
Y mientras su vida
se va así apagando
y en vano la ciencia
pretende alargar,
el viejo en la iglesia,
se postra rezando
rogandole al cielo
que la haga sanar.
Cabecita loca
que un mundo soño
Era su ansia loca
volar, y volo…