Moza sirva otra copa de caña doble y en vaso grande
pa’ ver si a aquella china que se me han ido puedo olvidarla.
Era una buena moza de ojazos negros y de buenas carnes
una morocha de esas que en este barrio no ha visto nadie.
Su voz era tan dulce que era la envidia de los jilgueros
sus trenzas eran negras, mucho más negras que el azabache,
el color de la noche se vestiría y se enlutase
y a su boquita fresca la perfumaba una flor del aire.
Mi rancho era una gloria, yo el más dichoso de los amantes
y Dios nos dio un hijito pa’ que la dicha se desbordase,
lo bueno dura poco, cuando una tarde llegué del campo
con unas ansias locas de llegar pronto pa’ tomar mate.
Hallé el rancho vacío, muertas las brasas, revuelto el catre,
y en la cunita estaba la pobre criatura llorando de hambre,
y en un papel escrito que había en la mesa me dio el detalle:
«Adiós te dejo el chico, me voy con otro pa’ Buenos Aires».
Se me achicó la vista como si el cuerpo se me cortase
eché mano a mi daga que se moviá pidiendo sangre,
y al escuchar el llanto del angelito que me llamaba
como diciendo «Tata, te necesito, vení a buscarme».
Malhaya esas mujeres que tiene hijos porque los paren
pa’ que parezcan guachos, siempre ignorando quién fue la madre,
no habrá quien la proteja, se estará riendo la miserable
por eso tomo mozo, sirva otra copa hasta emborracharme.
Por eso tomo mozo, sirva otra copa, quiero olvidarla.