Letra de Enrique Cadícamo
Angelito, cochero de tranvía,
campeón de bochas
y rey de la puntería;
era un gran cornetín.
Tenía un pique compadre con el cuerno
de envidiado y sonoro rintintín,
y para las muchachas
un clavel en la oreja,
y una franja negra
en su clara bombacha.
Cuando aparecía con la yunta
por Lavalle y Paso
se sacaba punta
con otro cochero de tranvía
llamado Maderna,
que para el cornetín
era otra buena pierna.
Cuadra de casitas bajas
pintadas de blanco, rosa o celeste,
acuarela mágica
de la que brotaba en febrero
la comparsa de negros candomberos:
«El lucero de Africa».
De todas las casitas
al toque de corneta
salían las chinitas coquetas,
porque Angelito, el cochero,
en aquellas llamadas de amor
se jugaba entero.
Desde una cuadra
ya se le escuchaba
y había muchas
que hasta un mate de pasada
le alcanzaban.
En cambio a Maderna,
como no tenía novia
nadie lo esperaba.
Era un sentimental,
se había aprendido un toque
onomatopéyico, casi musical,
que decía clarito:
«me quedé solito…»
…porque su rival
campeón de corazones y de bochas
arrasaba con todas las morochas…