Miguel CALO y A. Homero
Me sorprendí
cuando te hallé
como un dolor sin palabras,
la voz mareada de copas
se me anudó en la garganta.
Quise gritar,
pero para qué
si al fin yo estoy igual.
Sueños que gastamos conversando
cuando nos hablábamos de amor,
horas que ya están en el olvido,
sensación de haber perdido
la esperanza en el adiós,
miedo de gritar esta verdad,
somos dos fracasos que se amaron
y partieron y olvidaron
y hoy se miran asombrados
de morder la realidad.
Vuelve otra vez
a tu rincón
que yo ya me voy con los años,
ya llueve plata en mis sienes
y hay un dolor en tus manos:
todo el ayer.
Pa’ qué llorar
si ya no puede ser.