Letra de Enrique Cadícamo
Se llamaba ese puerto El Farol Colorado.
Y en su atmósfera insana, en su lodo y su intriga,
florecio «la taquera de la lata en la liga»,
de camisa de seda y de seno tatuado.
Al entrar, se dejaba, como en un guardarropa,
los taleros, revolver’s y los cabos de plata.
La encargada era una criolla guapa, ancha y mulata
que estibaba las grasas en la proa y la popa.
La pianola picaba los rollos de los tangos.
El cine picaresco iba horneando el ambiente.
Y del patio llegaba una copla indecente
en la voz de un cantor de malevo arremango.
Cuando de alguna pieza se oía la jarana
de la hetaira que a veces no se mostraba activa,
una frase en polaco, de la regente, iba
como un chirlo en las nalgas de la más haragana.
El pecado, la riña, el vicio, la bebida,
el rencor y la sombra, el abuso y el celo,
eran las flores malas que producia el suelo
de esa isla del diablo y de la mala vida.