Letra de Belisario Roldán
Belisario Roldán (1873-1922)
Maternalmente desata
su gran caricia el ombú
y se vuelca y se dilata
como en una catarata
de forestal Iguazú…
Bajo el ramaje severo
alza el rancho su candor,
con la gracia del alero
que es un ala de sombrero
agachado y protector…
Gime la tarde angustiada
bajo el denuesto invernal,
toda entera devastada
por la tridora celada
de un crepúsculo glacial…
El viento, al pasar, rezonga…
en la densa gravedad
del eso que se prolonga,
bebió después la milonga
su profunda ingenuidad…
Balan infantiles quejas
las majadas, que se van
como palomas perplejas;
y algo ocurre: – las orejas
ha parado un alazán.
Es que ahí, por el sendero
que envuelve la noche ya,
se ve cruzar, caballero
en cansado parejero,
el hombre del chiripá…
A lento tranco se mueve
su fatigado bagüal
y en el anca, fina y breve,
el poncho adquiere un relieve
de donosura ducal.
Sobre el hombro, la melena
derrama su dejadez,
y la cara triste y buena
trasunta un alma serena,
humilde y brava a la vez.
(Así la mar como el llano
compenetran la humildad;
por eso en Pampa y Océano
están Maríno y paisano
enfermos de inmensidad…)
Marañada barba obscura
cubre el rostro señorial
donde la arábiga hechura
se ha engarzado en la hermosura
del tipo meridional.
Va evocando su mirada
cosas del tiempo que fue;
y al encimar la lomada
es la imagen refractada
d un noble de la Vendée…
Su negra pupila inquieta,
busca un vago más allá…
y en la alta noche completa
se disipa la silueta
del hombre del chiripá…
No más los porteños lares
cruzará en su redomón,
ni se hundirá en los ijares
del potro de los lugares
la espuela de aquel varón…
No las majadas sencillas
verán más a su pastor,
ni en los llanos y cuchillas
las arrogantes tropillas
al que fue su domador.
Echada en la crin la rienda,
se va para no volver…
se van con él la leyenda…
el mate, el pingo, la prenda,
la guitarra y el querer…
¡Se va con él la altanera
cimbra del día inicial,
la que apuntalando su era,
sostuvo en la montonera
e primer arco triunfal!
La que torpes ganapanes
mal historiaron después,
encanallando en desmanes
de bandidos y de juanes
el timbre de su altivez.
¡La ante-raza, en cuyas venas
puso su genio el valor,
la que al viento las melenas,
marcó con sus nazarenas
el paso del vencedor!