El jubilado (ii) (recitado)

Letra de Héctor Gagliardi

Interprete: Héctor Gagliardi
«El Triste»
l.p. odeon-dmo 55465

Le dijeron, !se jubila!,
despues lo felicitaron,
y mas tarde organizaron,
en la infaltable cantina,
el adios de una comida,
con pergamino floreado,
que a peso por invitado,
firmaron con tinta china.
fueron llegando empleados,
los ordenanzas y peones,
que colmaban de atenciones,
al reciente jubilado,
todos muy bien afeitados,
luciendo esos trajes nuevos,
que se llevan al empleo,
cuando ya estan mas usados.
hizo su entrada triunfal,
como siempre, el de la foto,
saca a unos, pone a otros,
autoritario y teatral,
para lograr al final,
despues de cinco fracasos,
sacudir de un fogonazo,
el techo del restaurant.
despues, a lucir las flores,
que estaban sobre las mesas,
y al repetir mayonesa,
los mismo que los ravioles,
se aflojaron cinturones,
y entre solapas con talco,
el pollo paso de alto,
por postre, café y licores.
le pidieron que hablara,
al que estaba designado,
discurso que fue cortado,
por el ruido a cucharas,
que los mozos levantaban,
alegando indiferentes,
que venian de suplentes,
y a las once terminaban.
el orador, como siempre,
derrochaba generoso,
esos «sereis» y «vosostros»,
que se escuchan tantas veces,
donde se ahogas las «eses»
por el peso del menu,
y terminan con !salud!,
que la disfrute con suerte.
mas tarde al tomar de mas,
sacando jugo al cubierto,
el sucesor de su puesto,
fue figura principal,
una miguita de pan,
despues un pan entero,
y al rato seccion interno,
se peleaba con central.
y entre victores y aplausos,
el jubilado aturdido,
salio con el pergamino,
apretado bajo el brazo,
la calle tenia raso,
y la luna era de harina,
y la recova escribia,
las «emes» sobre el asfalto.
sin saber lo que sentia,
abandonado a si mismo,
rodaba por los abismos,
que hace tiempo presentia,
el domngo pasaria,
ese dia no contaba,
pero el lunes, el lunes, debutaba,
como actor de la rutina.
seria ese jubilado,
que hasta en su casa molesta,
tendria que hacer la siesta,
aguantar a lo de al lado,
ir a misa, al mercado,
ayudar a su mujer,
pintar, podar y barrer,
y no fumar demasiado.
conformarse con dolor,
en ser otro «don» del barrio,
y pasarse con el diario,
leyendo en el corredor,
y ser para el vendedor,
de colchas o de tomates,
el anonimo marchante,
del nueve cincuenta y dos.
paso de activo a pasivo,
en el mayor de la vida,
al jubilarse se archivan,
los desengaños sufridos,
cruel desquite del destino,
que al darle su independencia,
le cobra indiferencia,
un descanso merecido.
y apretando el pergamino,
alla sigue el jubilado,
como un ex que ha diplomado,
la ironia del destino,
un alerta de suspiros,
trae el aire centinela,
y parece una diamela,
la luna mirando al rio.