Letra de Héctor Gagliardi
Las tres de la madrugada,
y él recién aparecía…
ella hizo que dormía
abrazándose a la almohada,
mas, no le perdió pisada
de todo lo que hizo él…
el espejo del «toilette»
clarito se lo contaba.
Ella se había casado
con ese amor de verdad,
y al discar felicidad
le dieron «equivocado»;
el hombre se había entregado
en cuerpo y alma a jugar,
y allí entró a naufragar
cuanto ella había soñado.
¡Cuántas veces le juró
que no volvería a insistir!
pero, era todo fingir
lo que ayer le prometió…
cien mañanas encontró,
abierta para que viera,
la página de carreras
en el diario que leyó.
El día que había perdido,
aparecía en la pieza
con el dolor de cabeza…
¡Cuidado con hacer ruido!
Pero la vez que el marido
por un milagro ganaba,
entonces, se lo pasaba
de fiesta con los amigos.
Del juego, no se compraba
ni por broma una corbata,
había que guardar la plata
a ver si la duplicaba;
y en la próxima empezaba
a jugarse bien cargado,
y con «treinta y nueve grados»
esa noche se acostaba.
Sintió ganas de gritar…
ansias de rebelarse,
pero, ¡para qué amargarse
si era en vano predicar!,
El no la iba a escuchar,
ni tampoco a decir nada,
y la mano de la almohada
el llanto le entró a secar.
Yo comprendo la tristeza
de esa mujer derrotada,
por el juego condenada
a vivir en la pobreza.
Si hay que poner la mesa
se pone con plata en mano,
y no con que Leguisamo
te ganó por la cabeza.