Letra de Enrique Cadícamo
En el solar del Plaza Hotel
barrio de La Batería,
hace cien años existía
la Carpa del Sargento Maciel.
De noche hervía aquella carpa:
negras y chinas cuarteleras,
bombo, violín, guitarra y arpa,
candombes, tangos y habaneras.
Contradiciendo un tema añejo,
un decano del bandoneón*
nos asegura que no nació
el tango en los Corrales Viejos.
Su afirmación nos da la pauta
de que en aquellos verdes años
ya se oía en la carpa de antaño
el «Bartolo toca la flauta»**
En aquella carpa de Maciel,
bajo las noches de febrero
ardía un tango candombero
en las arterias y en la piel.
Un fuerte vaho de catinga
cuando la danza comenzaba:
como sabemos la negrada
hiede lo mismo que mandinga.
De ahí brotaban como hongos
las comparsas de carnaval,
la sopipa y el ataval
enardecía a los congos.
Vale decir, cerrando cuenta,
fue arrabal Florida y Charcas
y allí nació en esa carpa
el tango antes del ochenta.
Si esa esquina hoy tiene rango
es importante que aclaremos
que los porteños le debemos
su gran prestigio solo al tango.