Letra de Horacio Ferrer
Música de Astor Piazzolla
Compuesto en 1970
De este tango, dedicado a Raúl Lavié, hay versiones grabadas por este
intérprete, por Amelita Baltar, por José Ángel Trelles y por el mismo
Ferrer.
Lo viste. Seguro que vos también, alguna vez lo viste. Te hablo de
ese eterno ciclista, solo, tan solo, que repecha las calles por la
noche. Usa las botamangas del pantalón bien metidas en las medias y
una boina calzada hasta las orejas, ¿te fijaste? Nadie sabe, no, de
dónde cuernos viene; jamás se le conoce a dónde diablos va. De todos
modos, si lo vieras pasar, mirálo con mucho amor. Puede que sea, otra
vez…
El flaco que tenía la bicicleta blanca
silbando una polquita cruzaba la ciudad,
sus ruedas daban pena, tan chicas y cuadradas,
que el pobre se enredaba la barba en el pedal.
Llevaba de lanubrio los cuernos de una cabra,
atrás en un carrito cargaba un pez y un pan,
jadeando a lo pichicho, trepaba las barrancas
y él mismo se animaba, gritando al pedalear:
» ¡Dale, Dios!… ¡Dale, Dios!,
meté, flaquito, corazón.
Vos sabés que ganar
no está en llegar sino en seguir.»
Todos, mientras tanto, en las veredas
revolcándonos de risa
¡lo aplaudimos a morir!
Y él con unos ojos de novela,
saludaba, agradecía, y sabía repetir.
» ¡Dale, Dios!… ¡Dale, Dios!
¡Dale con todo, dale Dios!»
Pero, cierta noche, su horrible bicicleta con acoplado entró a sembrar
una enorme cola fosforescente. ¡Increíble! los pungas devolvían las
billeteras en los colectivos; los poderosos terminaban con el hambre;
los Ovnis nos revelaban el misterio de la paz; el intendente en
persona rellenaba los pozos de la calle. Y hasta yo, pibe, yo que soy
las penas, lloré de alegría bailando bajo aquella luz la polka del
ciclista.
Después, no sé, te juro, por qué siniestra rabia,
no sé por qué lo hicimos, ¡lo hicimos sin querer!,
al flaco, pobre flaco, de asalto y por la espalda,
su bicicleta blanca le entramos a romper.
Le dimos como en bolsa, sin asco, duro, en grande,
la hicimos mil pedazos y, al fin, yo vi que él
mordiéndose la barba gritó. «¡Que Yo los salve!»,
miró su bicicleta, sonrió, se fue de a pie.
Mi viejo Flaco Nuestro que andabas en la Tierra,
¿cómo te olvidaste que no somos ángeles, sino hombres y mujeres?
Flaco, no te pongas triste,
todo no fue inútil,
no pierdas la Fe.
En un cometa con pedales
¡dale que te dale!
yo sé que has de volver.