Letra de E. Campos
Música de R. Tanturi
Como una bordebera llegaba la tarde;
allí estaba la nena bajo ese rubio sol;
sus ojos se estasiaban, miraban la vidriera
en onde se exhibía un ser sin corazón.
Vivía enamorada de una muñeca rubia
que siempre sonreía como esperándola
y al verla ella pensaba que aún en su alcancía
faltaba todavía par llevarsela.
Soñaba en su inocencia con verla ya a su lado,
tenerla entre sus brazos, cantarle el arrorró.
Decíale a la madre: «Verás que muy prontito
le contaré el cuentito que abuela me enseñó».
El padre, aunque era pobre, al ver como sufría
no pudo más, y un día le dijió: «La tendrás!»
y fue esa tardecita que juntos de la mano
los dos se encaminaron felices al lugar.
La nena corrió hasta la vidriera,
buscó su muñequita más no la pudo hallar.
Sus ojos se empañaron mojados por la pena:
el sueño de su vida allí no estaba más.
Así como esta historia, yo quise una muñeca,
y le ofrecí el tesoro de mi sincero amor,
pero eso no bastaba, necesitaba el oro;
luché por conseguirlo, ¡pero ela no esperó!