Las blancas torres de la capilla,
cuando en las tardes las dora el sol,
son habitadas por mil palomas,
que allí fabrican nidos de amor.
Los pichoncitos arrulladores,
formando grupos de dos en dos,
abren sus picos, baten sus alas,
y se remontan a otra región.
Así volaron mis ilusiones,
aves viajeras del corazón,
dejando solo negros crespones,
donde se anida la decepción.
Llegué muy tarde, pues tu albedrío,
ya no era libre como soñe,
y siguió mi alma teniendo frío,
por la esperanza que acaricié.