Letra de Horacio Ferrer
Música de Osvaldo Tarantino
Compuesto en 1978
Naciste vos del alba, mojadita de sol,
linda con tu blusa de luz, piba de claridad.
Y arriba, al día, vos subías con frescura de brocal;
te derramabas infinita en la ciudad
y en las paredes te bordabas a la cal,
ay, qué blancura concluyente de tu ser!,
persiguiéndote, abejándose,
iba el aire atrás de tu ser panal,
piropeándote. Y, mi vida, yo,
yo fui un puñao de noche, un oscuro empujón,
luna varón, sí, mi amor.
Trajeado de bordonas y alcohol y entanguecido,
fui el eco que le queda al cordón de las veredas
del último gemido que dan los bandoneones.
Y un amanecer, retoñada vos, yo empozándome, ay!,
de pronto, tu ternura me abrigó porque sí,
echándome tu corazón sobre los hombros y,
como un ponchito, vos, niña de asombro y sola, yo no sé!,
por un momento fuimos uno, y tan feliz
y tan contento que clareó ese día que,
casi sin vernos, transparentes, se anudó
mi sombría piel con tu cascabel
y nos desató: vos a tu país, y yo al mío, amor.
Mi alma, qué sé yo!
Despierta antes del día, Buenos Aires nos vio
y al madrugar nos lloró.
Vos, vuelta a tu retreta de sol alto y crecido.
Yo, vuelto a mi pequeño espigón, tango sin dueño,
resuelto en caracol que cargó su sueño muerto.
Por no llamarte, bebo mi voz,
y sé que el aire que alborotás
cuando amanece, tiene un rayón
de sangre oscura que es, casi, un mar
donde, querida, vamos los dos
rumbo al abismo del nunca más.