Yo vivo en una ciudad,
donde la gente aún usa gomina,
donde la gente se va a la oficina
sin un minuto de más.
Yo vivo en una ciudad,
donde la prisa del diario trajín,
parece un film de Carlitos Chaplin
aunque sin comicidad.
Yo vivo en una ciudad,
que tiene un puerto en la puerta
y una expresión boquiabierta
para lo que es novedad.
Sin embargo yo quiero a ese pueblo
tan distanciado entre sí,
tan sólo porque no soy más que alguno de ellos
sin la gomina, sin la oficina, con ganas de renovar.
Yo adoro a mi ciudad
aunque su gente no me corresponda,
cuando condenan mi aspecto y mis ondas,
con un insulto al pasar.
Yo adoro a mi ciudad
cuando la chica con la minifalda
parece darle la mágica espalda
a la inhibición popular.
Yo adoro a mi ciudad,
aunque me acuse de loco y de mersa
aunque guadañe mi pelo a la fuerza
en coiffeur de seccional.
Sin embargo yo quiero a ese pueblo
porque me incita a la rebelión,
y porque me da infinito deseos
de contestarles y de cantarles mi novedad.