de: LA REPUBLICA EN LA RED – 19/12/00 – PAGINA 19 http://www.diariolarepublica.com/2000/larepublica.htm
Cierra El Hacha
Esta noche, en su viejo mostrador, se servirá la penúltima
Esta noche el bar El Hacha, de la esquina de Buenos Aires y Maciel,
cerrará definitivamente sus puertas y con ello se dará vuelta la
última página de una historia que tiene doscientos años en comercio,
escrita en este orden: al principio pulpería, luego despacho de
bebidas y almacén de ramos generales, transformándose en almacén, café
y bar a principios de este siglo que ya muere. Junto a otros bares,
ya desaparecidos, como Las Telitas, Solís, El Patriota, Venus, 42/43 y
más sobre la zona portuaria El Yacaré y El perro que fuma, El Hacha se
encuentra entre los boliches referentes de una de las zonas más
populares de Montevideo. Esa que nace (o muere) en el agua por la
escollera Sarandí y que sus vecinos llaman con orgullo el barrio
Guruyú.
José Pérez González, Pepe para todo el barrio, ha decidido el cierre
de El Hacha luego de atenderlo como dependiente desde 1953 cuando
desembarcó de su España natal no queriéndose adentrar más en
Montevideo, quedándose en ese barrio para siempre. Luego, por 1961 lo
comenzó a atender como propietario. Allí vio desfilar por el
mostrador y por sus mesas a muchos de los personajes que hicieron la
noche de la bohemia montevideana y de cada uno tiene un recuerdo que
alienta el afecto que guarda por ellos.
«En estas mesas y apoyados sobre este mostrador bebieron copas de
diversa calidad y en diferentes cantidades hombres del carnaval como
Huesito Pérez, el de la famosa despedida de los asaltantes, Raúl
‘Piecito’ Ferreyra, una de las grandes voces del carnaval, Carlitos
Soto, Armando Adinolfi, Marta Gularte, Pirulo, Juan Ángel Silva, el
Canario Luna y los integrantes de ‘Los asaltantes con patente’, que
ensayaban en la puerta del boliche, ‘La milonga Nacional’ y ‘Los
Curtidores de Hongos’. Hombres de la política como Hugo Batalla y
Zelmar Michelini que tenían un comité al lado del bar y que después de
las reuniones partidarias se tomaban algunas. También he visto por
aquí en más de una oportunidad a Jorge Batlle, a Sanguinetti, a
Maríano Arana y cosa curiosa todo me parecía tan normal que ni fotos
tomé, como testimonios de su presencia. Si cuentan algunos viejos
vecinos que hasta don Luis Alberto de Herrera detuvo su viejo auto en
más de una oportunidad y se bajó a tomar un café», nos dice Pepe, en
medio del trajín mañanero del bar.
Su propietario recuerda, señalándonos varias fotos que están como
«fundidas» en una de las paredes, los clubes del barrio como El Hacha,
el Guaraní, el Aníbal Ciocca, el San Lorenzo que se trenzaban en las
tenidas de la Liga Guruyú y que a veces se corrían hasta Gonzalo
Ramírez y Médanos para demostrar sus habilidades y participar en la
Liga Palermo.
«Pero también gente de la cultura, del periodismo y del arte, Carlos
Páez Vilaró lo frecuentó en diversos momentos, Jaime Roos, la cantante
Adriana Varela, el popular Tito Cabano, periodistas como Nelson
Domínguez ‘Guruyense’ o Julio César Puppo levantaron más de una en
este mostrador. Fueron muchos y algunos se me escapan de la memoria»,
cuenta Pepe, mientras consulta un papel donde tiene anotado, para el
cronista, algunos nombres de los que recuerda.
La construcción
Observando detenidamente esta construcción, se encuentra la reja
original de la pulpería, paredes de piedra que tienen un grosor de 60
centímetros, entrepiso «a la porteña» con travesaños de troncos de
palmera y tirantería cerrada, al fondo un brocal o aljibe (hoy ciego)
del cual se conserva la parte superior de gruesa piedra. «Claro que
con el paso de los años hubo que hacer diversas reformas, cambiar el
piso, revocar paredes y hasta tuvimos que sacar toda la cañería, por
donde corría el gas para el alumbrado del comercio a fines del siglo
pasado, que estaba en la ruina», señala Pepe.
Según un relevamiento realizado por la Comisión de Patrimonio
Histórico de la Ciudad Vieja, en un informe hecho por diversos
expertos, la edificación data de entre 1800 y 1850, pero se considera
que puede ser anterior, algunos hablan de que pudo haber sido
construido entre 1720 y 1730.
Sostiene, esta comisión, «que por los elementos de construcción,
relevancia en la zona, actividad desarrollada como pulpería o
despacho de bebidas desde su origen», «merecen conservarse y
restaurarse su fachada y preservarse los elementos originales, así
como su uso actual». Por otra parte, al crearse el departamento de
Montevideo el 27 de enero de 1817, este comercio se encuentra
registrado en la Dirección de Catastro como «esquina-pulpería,
propiedad de Juan Vázquez». Por lo tanto su origen, de pulpería,
data como la más antigua en actividad.
Los vecinos
Hablando con los pobladores del lugar se desprende que no pueden
admitir el cierre del boliche, pues consideran que este local les
pertenece a todos. Muchos hace años que están afincados en la zona y
en este café como punto de reunión forjaron amistades, hasta
concretaron una sociedad, con escudo incluido, de amigos de El Hacha
que tiene una casa en el balneario Pajas Blancas donde, especialmente
en verano, se reúnen a confraternizar con sus familias. Todos
coinciden en que el café tuvo propietarios que vivieron en profundidad
los aconteceres del barrio, con lo bueno y lo malo, encontrando en
ellos la mano solidaria y generosa, y señalan a Pepe como un ejemplo
de amigo entrañable de todos los vecinos.
Todo parece igual a lo señalado, en alguna oportunidad por el
periodista Julio César Puppo (El Hachero), sin ninguna connotación con
el nombre del bar, «junto al mostrador mojado, tembloroso de luces, se
hace una confesión, se ahuyenta una amargura, se recuerda un pasado
que ya es lindo porque se fue, se proyecta un futuro que es mejor
porque lo inventamos».
Cuando nos retiramos y comenzamos a remontar las calles del barrio, se
nos viene a la memoria los versos de Roberto Darwin en su tema
«Milongón p’al Guruyú»: «Cae la noche estrellada/ en esta orilla de
la ciudad/ sopla un aire caliente/ y en él se siente toda la mar.
Allá por el bar El Hacha/ el as de copas quiere brindar/ la penúltima
y nos vamos/ porque mañana hay que laburar.»