Letra de Enrique Cadícamo
En una vieja victoria
de caja ruidosa y capota raída
tira una yunta de matungos cansinos.
Ayer cuando era nueva y lucía
flamante tapizado de castor
y su capota negra
de charol reluciente
y sus tazas de bronce
pulidos, refulgentes,
y los faroles limpios,
y su caja espejeante y fileteada
por pintores famosos,
entonces,
la llevaba orgulloso
por Florida a Palermo
un joven muy porteño:
Prudencio Benavidez -el cochero-
que ataba dos caballos fabulosos:
«El Fósforo» y «El Moro»…
Eran recién domados,
eran dos glorias
cuando el joven Prudencio
los ató al tronco de su victoria.
Pasaron muchos años,
tal vez quince,
«El Fósforo» y «El Moro» envejecieron
los reemplazaron otros
que también como aquellos
trotaron unos años y desaparecieron.
También fue envejeciendo
Prudencio Benavidez
el que hoy, desde el pescante
de la vieja victoria transumante
como un duende transita
haciendo el recorrido
de Plaza Flores a Santa Rita.
Carguemos tus recuerdos de antaño,
viejo Prudencio,
resucita a tu yunta
con tu látigo de sotera de piolín,
un chirlo al aire
que esta noche
sale tu viejo coche
con mi esplín.
Vamos hasta la calle Europa,
la casa alegre de María la Vasca
en la que beberemos unas copas.
Campoamor
nos tocará en el piano de memoria
«El Sargento Cabral»,
«La Metralla»
y «Hotel Víctoria».
De invitados de honor
caerán Carlos El Inglés,
Saborido y Galindez el payador.
Vamos viejo Prudencio,
sacude tu letargo
que tu coche de fantasma
esta noche tendrá
un recorrido largo…