Letra de Juan Manuel Velich
Letra de Pedro Platas
Música de Dante Tortonese
Por Boca, Avellaneda, Barracas, Puente Alsina,
Belgrano, Mataderos y en todo el arrabal
paseó sus gallardías el zurdo Cruz Medina,
que fuera un buen amigo, sin grupo servicial.
Templado en el suburbio, fue taita entre matones,
vivió tejiendo sueños allá en el callejón,
en donde por las noches rondaban los botones
y en el café del barrio gemía el bandoneón.
Era un malevo sin trampas, sin padrinos y sin gloria;
sin miga de tanta historia, pero buen mozo y de acción.
Caseros lo vio jugarse sin aflojar ni un chiquito,
y en la nueve queda inscripto su coraje de varón.
Pero una noche oscura, guapeó en Avellaneda,
y en una rinconada del trágico arrabal
sonaron tres balazos y sobre la vereda
caía un hombre herido blandiendo su puñal.
Se oyeron los auxilios, corrió la policía,
y en un charcal de sangre, sonriendo al taita halló,
que herido mortalmente, rebelde en su agonía,
con voz de macho entero, sin pestañear habló;
«No me pregunten agentes, el hombre que me ha herido,
que será tiempo perdido porque no soy delator.
Déjenme, no más, que muera, y esto a nadie asombre,
que el varón para ser hombre, no debe ser batidor.