Arrímese al fogón, Viejita aquí a mi lado
y encienda un cimarrón para que dure largo
atráquele esa astilla, que el fuego se ha apagado
remueva aquella brasa y cébeme un amargo.
Alcance esa guitarra de cuerdas empolvadas,
que tantas veces ella besó su diapasón,
y arránquele la cinta donde la desalmada
bordó con sus engaños mi gaucho corazón.
Usted lo recuerda, Madrecita santa
como la quería, como yo la amé,
que puse mi vida, mi daga y mi manta
y sin embargo, Madre, la ingrata se fue.
Apague esa leña, que mi vista daña
los ojos me lloran, yo no sé por qué,
pues quiero olvidarla, ahogándome en caña,
y quiero estar cerca, cerquita de usted.
No llore, Madre santa, no aumente más mi pena
y séquese esas lágrimas que me hacen tanto mal,
y cébeme otro amargo y ponga llerbabuena,
y mientras yo a la caña le pongo otro bozal.
Después cuando en la noche mermen los amargos,
y se oiga allá a lo lejos el toque de oración
inclínese a la virgen de los desamparados
y a mi pobre guitarra, coloóquele un crespón
Usted lo recuerda, Madrecita santa, …