Letra de Julio P. Navarrine
Música de Rafael Iriarte
Esta versión tiene muy pocas variantes, algunos plurales o palabras,
pero sobretodo le da importancia al ambiente, al decir «
cuando en la
noche envuelva los bañados», en lugar de «
cuando en la noche mermen
los amargos». De «Juan D’Arienzo, El Rey del Compas». Cancionero.
Distribuidora IBANA, Uruguay (sin fecha)
Arrímese al fogón, Viejita aquí a mi lado
y ensille un cimarrón para que dure largo.
Atráquele esa astilla, que el fuego se ha apagado,
remueva aquellas brasas y cébeme un amargo.
Alcance esa guitarra de cuerdas empolvadas,
que tantas veces ella besó su diapasón,
y arránquele esa cinta donde la desalmada
bordó con sus engaños mi gaucho corazón.
Usted lo recuerda?, Madrecita santa,
como la quería, como yo la amé,
que puse mi vida, mi daga y mi manta
y sin embargo, Madre, la ingrata se fué.
Apague esa leña, que mi vista daña,
los ojos me lloran, yo no sé por qué,
pues quiero olvidarla, ahogándome en caña,
y quiero estar cerca, cerquita de usted.
No llore, madrecita, no aumente más mi pena
y séquese esas lágrimas que me hacen tanto mal,
y cébeme otro amargo y ponga yerba buena,
que mientras yo a la caña le pongo otro bozal.
Después, cuando en la noche envuelva los bañados,
y se oiga allá a lo lejos el toque de oración,
inclínese a la virgen de los desamparados
y a mi pobre guitarra, colóquele un crespón