G. Barbieri Y D. RiveroL
Con tus ojos de arreboles
y tu porte de sultana
pasas todas las mañanas
taconeando sin cesar,
y, al mirarte, no comprendo
que en tus labios tentadores
ha volcado sus amores
el alma del arrabal.
Cuando tu cuerpo se mueve
al compas dc un tango lento
sueltas tu melena al viento
con un aire encantador;
y tu cuerpo palpitante
marca el acorde pausado,
mientras que cae desmayado
en los brazos de tu amor.
Vos sos asi, luz divina
del barrio donde te criaste,
y en cualquier parte dejaste
un pedazo de tu ser;
si hasta cuando hablas, parece
que lo hicieras con el fuego
de la musa de Carriego
y el alma de Yacaré.
Yo te quiero así, rebelde,
como un torrente bravío
y porque tu amor y el mio
no se pueden separar.
Pues, cuando un dolor te invade,
o te agobia algún quebranto,
con las notas de mi canto,
yo te quiero consolar.