Se ha puesto tan triste, vidalita,
con mi pena el rancho,
que el mesmo Pampero, vidalita,
lo abraza iorando.
Pienso e nochecita, vidalita,
cerca del fogon,
como quema al alma, vidalita,
un querer traidor.
Ya casi se apaga, vidalita,
este triste fuego,
pero entre cenizas, vidalita,
brillan los ricuerdos.
Y entre los riscoldos, vidalita,
Qu’en tuavia quedan
hay dos parpadeando, vidalita,
los ojitos d’eya..