Letra de Enrique Cadícamo
Este poema sirve de prefacio al libro del mismo nombre de Enrique
Cadícamo.
Viento que lleva y trae nostalgias del pasado
como el viejo perfume de un frasco destapado.
Viento que lleva el último suspiro misterioso
del bandoneón de Arolas, dramático y gangoso
y trae desde las brumas del recuerdo, los turbios
perfiles de los viejos cafés de los suburbios
o el eco pendenciero de las riñas nocturnas
de torvos esqueletos que emergen de sus urnas
para saltar las tapias negras del cementerio:
temerarios fantasmas guapeando en el misterio.
Viento que lleva en ancas de la brisa, un aroma
de tangos melancólicos del café La Paloma
y trae de las alegres verbenas de la noche
el trote de las yuntas tirando de algún coche.
Viento que lleva el eco de un tiro en la cortada
-acre olor familiar de pólvora quemada-
y trae de la barranca el compadre silbido
de un duende cuarteador que cruza hacia el olvido
o el rumor de los fletes que muerden las coscojas
atados al palenque, cuando sopla en las hojas.
Viento que lleva y trae del remoto pasado
el canto de El Morocho, jilgero del Mercado
del Mercado de Absto, allá en el año siete,
cuando usaban navajas hasta los barriletes.
El mensaje del viento es soplo que percibe
a Ernesto Pocio cuando le decía «el pibe»
porque era un niño artista que usaba pantalones
cortos y una melena de rulos retozones
y por Paseo de Julio tocaba su acordeón
de una hilera de teclas, sobre su corazón.
Viento que lleva el canto trite de Bettinoti,
los últimos comnpases alegres de los «chotis»
o el chirrido de grillos que liman las roldanas
de pozos y de aljibes de las casas cercanas.
Viento que lleva y trae recuerdos del pasado
como el viejo perfume de un frasco destapado.